sábado, 9 de julio de 2016

Juan L. Ortiz

Fui al río...
Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
—¿Era yo el que regresaba?—
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

sábado, 16 de abril de 2016

Edgar Bayley





Abrir la puerta

me pregunto
y es una pregunta inmoral
si servirá de algo abrir esa puerta
que da al patio
a la tierra
al viento del mundo
a los pasos de la gente
me pregunto
si servirá de algo escribir
a estas horas de la noche
en el silencio de mi habitación
con la puerta cerrada

sería tan sencillo
me digo
abrir por fin la puerta
y asomarme y mirar
dejando que me lleven
los pasos y las sombras del camino
me pregunto si servirá de algo explicar
por qué no explico
cuando tanta palabra y confidencia
intentaron traducirme
y ponerme al descubierto

si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la alegría al final del espectáculo
como el canto de las aguas y el susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes reencontrados

para que todo pueda cumplirse
la luz la noche la inocencia
el nombre que pasa entre las ramas
la puerta se abrirá enteramente
se abrirá por fin la puerta
por si alguno
quiere volver a entrar o salir
o curiosear entre mis cosas
o esperarme mientras vuelvo
y si tardo y no regreso
salir al viento
y olvidarme



Gerard de Nerval



Versos de oro

¡Hombre! libre pensador –  crees que eres el único pensante
en este mundo, donde la vida estalla en todas las cosas:
De todas las fuerzas que posees tu libertad dispone,
mas el universo está ausente de todos tus consejos.

Respeta en la bestia el espíritu activo …
Cada flor es un alma en la Naturaleza naciente;
un misterio de amor reposa en el metal:
Todo es sensible; – ¡Y todo es poderoso sobre tu ser!

Teme a la mirada que te espía desde el muro ciego:
En la propia materia hay una voz sujeta …
No la entregues a ningún uso impío.

A menudo habita un Dios oculto en el ser obscuro;
y, como un ojo naciente cubierto por sus párpados,
un espíritu puro crece bajo la corteza de las piedras.

Versión de Anne Marie Moncho y José Luis Jover


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Gary Snyder


Para los niños

Las colinas ascendentes, las cumbres
de las estadísticas
yacen delante nuestro.
El ascenso abrupto
de todo, que sube
mientras nosotros
bajamos.

En el próximo siglo,
o el que le sigue,
dicen,
habrá valles, pasturas,
podemos encontrarnos ahí, en paz,
si llegamos.

Para superar las cumbres que vienen,
una palabra para ti y tus hijos:

permanezcan juntos,
aprendan los nombres de las flores
pisen liviano.


viernes, 27 de noviembre de 2015

Encuentro 29/11/15




Este Domingo en la Reserva Municipal Santa Catalina estaremos realizando un ciclo de poesías y canciones. La invitación es a pasar el día y a las 16 hs. daremos comienzo a las lecturas. Para cerrar la tarde disfrutando de las creaciones de escritores y músicos de diferentes edades y formaciones.



Coordenadas.
Garibaldi al 2400 (y las vías), Lomas de Zamora.
En la estación Santa Catalina del tren Temperley-Haedo.


Fernán Silva Valdez


El Indio.



Venía 


no se sabe de dónde. 

Usaba vincha como el benteveo, 

y penacho como el cardenal. 

Si no sabía de patrias sabía de querencias. 

Lo encontró el español establecido: 

pescador en los ríos, cazador en los bosques, 

bravío en todas partes y cerrándole el paso 

con arreos de guerra, vivo o muerto; 

siempre como un estorbo, siempre como una cuña 

entre él y el horizonte.


Modelado en barro de rebeldías, 

pasa como una sombra, desnudo y ágil, 

por los senderos ásperos de la Leyenda. 

Esbelto, musculoso, retobado en hastío, 

entre el cobre y el rojo estaba su color; 

una señal de guerra le hacía punta a su instinto 

y entonces, por sus venas 

en vez de correr sangre, corría sol.


Estético instintivo 

se ponía en el rostro los más vivos colores, 

y en la cabeza plumas, como las aves bellas; 

si el exceso de adornos no lo hacía más indio 

cuanto más se adornaba se sentía más hombre.


Señor de la comarca, 

por un pleito de caza con la tribu vecina 

blandía su coraje afilado en el viento; 

como los troncos de la flora indígena 

era dulce por fuera y era duro por dentro; 

su única dulzura temblaba en su lenguaje, 

como en las ramas de la flora india 

tiemblan las pitangas.


Vadeaba los arroyos en canoas; 

entraba a las querencias de las fieras 

o ambulaba durante varias lunas 

en una aspiración horizontal 

-curtido de intemperie, 

rojo de sol o húmedo de tormentas- 

en los días rayados de chicharras 

o en las noches tubianas de relámpagos.


La conquista española enderezó sus rumbos: 

y las tribus que erraban por rutas diferentes 

se ataron en un haz, alrededor de un jefe, 

para rodar a un tiempo como las boleadoras. 

No sabía reír ni sabía llorar; 

bramaba en la pelea como los pumas 

y moría sin ruido, cuando mucho 

con un temblor de plumas, como mueren los pájaros.


lunes, 16 de noviembre de 2015

Juan Carlos Gambarotta



Fragmento de De Mochilero a Guardaparque

Pero al levantar el pez se puso comunicativo y sin mirarme dijo:

-Señor, ye vivo acá hace mucho, siempre. Ye oí cosas, hace tiempo oí cosas. Andan diciendo que hay gente que estuvo en la luna. ¿Usted cree?

Me había costado mucho llegar al Iberá, pero no tenía idea de que el lugar fuera en realidad tan apartado. Sabía sí, que era un sitio muy importante por albergar todavía ciervos de pantano -del que había visto su robusta cornamenta en el rancho de Luis- por la gran cantidad de yacarés y en general por toda su rica fauna, pero no sabía que vivía gente en islas increíblemente pequeñas. Gente que nace y muere en el estero, viviendo una economía de caza, pesca y trueque (en el que siempre salían perdiendo). Gente que forma pareja sin importar lazos de sangre. Que no tenía claro qué es Corrientes y qué es Argentina. Pero ¿cómo era posible que me hiciera esa pregunta?

La llegada del hombre a la luna, a once años de haber sucedido, fue comentada como noticia a otro señor al llegar a su islita, pero delante de mí, como para que yo pudiera asegurarlo en caso de descrédito. 

Viendo lo desconcertado que estaban les tiré de la lengua.

-Se aprendió mucho con la llegada del hombre a la luna -dije- pero lo más importante -sonreí- es que se comprobó lo que decía Colón.

Al ver que me miraban expectantes, seguí.

-Que la tierra es redonda nomás.

-¿Qué tierra, sheráa? (amigo) -dijo "mi pariente".

-¡Esta! ¡Acá donde vivimos! Es redonda, como la luna -dije.

-No señor, ye vivo acá, pero eso no lo creo. ¡Se ve que no es redonda!

Luego de que Luis y este otro Señor intercambiaran unas cuantas frases en guaraní, Luis le recordó: "solo habla castilla", me saludó rápidamente y se fue.